Procesión general con el Cristo de San Agustín a la catedral (1606)

En 1606, como consecuencia de la prolongada sequía que padecía la ciudad, los cabildos ciudadano y catedralicio pidieron a la comunidad agustina que sacase en procesión al Cristo de San Agustín, lo cual se efectuó el 21 de enero a las 8 de la mañana. Le acompañaban las cofradías de Nuestra Señora de las Virtudes y de San Nicolás de Tolentino, residentes en ese convento. Detrás de ellas iban las comunidades del Carmen y de San Agustín y cerrando la comitiva el cabildo de la ciudad. El cabildo catedralicio salio a la calle Génova a recibir la procesión. En la capilla mayor se había preparado un rico dosel donde se colocó la imagen del Cristo de San Agustín para presidir la misa, en la cual predicó fray Gerónimo Añasco, prior de San Agustín. Siempre que el cabildo salía a recibir  a una procesión, se hacía la llamada “señal de procesión” en el campanario de la catedral. Esta consistía en lo siguiente: “Acabado el golpe de la esquila de prima se tañe inmediatamente con otra esquila algo mayor [habitualmente San Sebastián] dando tres o cuatro vueltas y deshaciéndolas luego se deja”. Al tratarse de una procesión extraordinaria, en la que iba el cabildo de la ciudad y una imagen de especial devoción, el repique en la giralda debió ser de primera clase, con la campana grande, tal y como recoge la normativa de 1633.

A las dos de la tarde llegó a la catedral la cofradía de disciplina del Cristo de San Agustín. La procesión de regreso fue mucho más concurrida. Además de las cofradías citadas, iba la imagen de la Virgen de Gracia, con “muchos caballeros con luces acompañándola”, los religiosos descalzos del Carmen llevaban cruces al hombro, mordazas en la boca, ceniza en las cabezas y en las manos calaveras y huesos de difuntos, “lo que dio gran ejemplo y movió a penitencia”. Seguían los religiosos de la Victoria, los Terceros, Carmelitas calzados, Mercedarios, Agustinos descalzos, Franciscanos descalzos, Franciscanos y Dominicos. A continuación iban las distintas cruces parroquiales con sus curas y beneficiados, así como “religiosos de las demás órdenes”. El acompañamiento musical estuvo a cargo de la capilla de la catedral. Cerraban la comitiva los cabildos catedralicio y ciudadano. El pueblo abarrotaba el recorrido, “pidiendo a voces el agua”. La procesión entró en los cenobios femeninos de la Madre de Dios y de Santa María de Jesús, lo que nos permite hacernos una idea del itinerario procesional de retorno al convento.

Uno de los motete que pudo interpretarse en estas procesiones de rogaciónes era el Quis vestrum habebit amicum, [Pars 2] Petite et accipietes de Francisco Guerrero publicado en 1570, con la indicación “In die Rogationum”, y reimpreso en la edición de 1597.