From Bethsaida to Damascus. Twelfth stage of Francisco Guerrero's journey to Jerusalem (1588)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988

Abstract

In the last days of October 1588, the caravan in which Francisco Guerrero was travelling moved from Bethsaida to Damascus. They spent five days in this city, during which time the composer became fascinated by the city and they had the opportunity to attend the traditional Muslim Feast of Sacrifice, which lasted for three days and began on the tenth day of the month of ḏū-l-ḥiǧǧa in the Islamic calendar, which in 1588 fell on 31 October.

Keywords

journey , mass , festival of the Eid al-Adha (Sacrifice) , bustle in the street , feast of All Saints , feast of All Souls Day , Francisco Guerrero. El viaje de Jerusalén , Itinerary of Francisco Guerrero's journey to Jerusalem , mapping Francisco Guerrero , Francisco Guerrero (composer, chapel master) , Francisco Sánchez (musician) , Atala (traslator) , franciscans friars , water , camel


En los últimos días de octubre, la caravana en la que iban Francisco Guerrero, su discípulo Francisco Sánchez y otros peregrinos parte de Betsaida con destino Damasco que, bajo el dominio otomano, era uno de los principales puntos de partida de las peregrinaciones con destino a La Meca.

Alejándose del lago Tiberiades, ya que el compositor nos dice que caminaron “por montañas bien ásperas”, llegaron a la ribera del río Jordán: “que aunque no fue por esta parte el baptismo de Cristo nuestro Dios, por ser el mesmo río, fue grande el alegría y devoción que nos dio su vista”. A pesar del descontento de los moros que conducían la caravana, todos fueron hasta el río para beber agua y remojarse con ella, anotando Guerrero que era: “cristalina, fresca y muy dulce”. En este punto, el río Jordán no era muy ancho y lo atravesaron por un puente desde el que: “miramos a la mano siniestra unas lagunas que se dicen las aguas Meronas que son así mesmo del río Jordán”. Esta referencia nos permite situarlo con bastante precisión. Como ocurre con otros muchos lugares bíblicos, la ubicación que investigaciones más o menos recientes hacen de ellos no se corresponden con los emplazamientos con los que se conocían en la Edad Moderna. En tiempos de Guerrero, las renombradas “aguas de Merón”, lugar en el que se situaba la gran batalla en la que Josué derrotó a Jabín, rey de Hazor, y a sus aliados cananeos (Josué 11: 5,7), se identificaban con el actual Lago de Hulé (Huleh), alimentado por las aguas del río Jordán, a 16 km al norte del Mar de Galilea. El lugar por el que cruzaron se encontraba en la zona del río Jordán conocida como el vado de Jacob (próximo a las ciudades de Mishmar HaYarden y Gadot), donde estaba el puente medieval “de las hijas de Jacob” (Gesher Bnot Ya'akov, en árabe), reemplazado en 1934 por un puente moderno unos metros más al sur (ver recurso).

Guerrero nos proporciona en este punto de su recorrido otro dato geográfico que nos servirá para el trazado de la siguiente etapa de su viaje. Señala que el río Jordán nacía de dos fuentes en el monte Líbano, llamadas Jor y Dam de donde tomaba el nombre: "estas fuentes dejamos a la mano siniestra cuando fuimos de Damasco a Tiro y Sidón".

Atravesado el río Jordán, entraron en Siria, nominada popularmente con el nombre de "Suria". Tras cruzar los Altos del Golán, continuaron viaje durante tres días por la antigua ruta comercial que los condujo hasta Damasco, donde probablemente llegaron entre el 28 y el 30 de octubre:

"En este camino no vimos cosa notable, más de encontrar muchos señores y caballeros turcos, con mucha gente de a pie y de a caballo y muchos camellos cargados de sus recámaras y mujeres y familias que iban al Cairo. Aquí, en este camino, me dio un lacayo turco con un palo un buen golpe, no más que por su pasatiempo y fuese riendo él y sus compañeros".

Entraron en Damasco a pie: "porque no consienten los turcos a los cristianos entren en sus pueblos caballeros". Muy probablemente accedieron por la puerta Bab al-Jabiya, una de las más antiguas de la ciudad, situada en la parte oeste de la ciudad, por la que pasaban las caravanas que venían de Palestina y se fueron a “posar al Aduana”, lugar que no he podido localizar. Se supone que aquí se despedirían del trujamán Atala, que había sido su guía desde el puerto de Jaffa y al que el compositor no vuelve a nombrar. Guerrero queda impresionado por la riqueza de la ciudad, la cual califica de "muy torreada", describiéndonos diferentes aspectos de su topografía y de su pulso vital, al mismo tiempo que nos ofrece diversas percepciones sensoriales vinculadas a su actividad comercial y a su propia experiencia personal.

El agua es uno de los elementos que llaman la atención del compositor. Por un lado, las acequias, fuentes y las "mil frescuras" de la huerta que rodeaban el núcleo urbano; por otro, las fuentes existentes dentro de la propia ciudad: "en todas las calles hay por lo menos una fuente".

Los sentidos de la vista y del tacto se ponen de manifiesto en las alusiones a las "mercaderías, sedas, brocados, lienzos, telillas"; el del gusto, en los alimentos consumidos: "hay el mejor pan que yo jamás he comido y frutas cuantas hay en el mundo, y una que se dice musa, es de muy buen sabor". Se refiere al plátano con su vocablo árabe, el cual fue usado por Linnaeus (1753) para nominar el género de las plantas que producen esta fruta. Guerrero nos cuenta las dificultades que habían tenido para poder alimentarse durante todo el viaje desde Jerusalén, a pesar de que había comida, porque "no hay mesones para nosotros adonde se coma", viéndose obligados la mayor parte de las jornadas a contentarse con "pan y uvas y agua". En Damasco, sus aposentos eran penosos: "en los establos, en compañía de camellos y búfalos". Dormían en el suelo, lo que hizo que la mayor parte de los peregrinos enfermaran, librándose de ello el compositor. Gracias a la generosidad de un veneciano, llamado Bernardo, que era cónsul en Damasco, pudieron comer "muy regaladamente" durante los cinco días que pasaron en esta ciudad. Bernardo y un franciscano que era ayo del "Bajá, virrey de la ciudad", les sirvieron de guía y con ellos: "anduvimos muchas veces la mayor parte de la ciudad, paseándola por verla y comprar cosas para nuestro camino". Cabe la duda de si este consul en Damasco pudo ser el famoso Lorenzo Bernardo, también veneciano, que fue embajador (bailo) en Constantinopla entre 1585 y 1587, aunque en 1588, al parecer, ocupaba el cargo de comandante de la plaza de Brescia.

Guerrero compara el número de habitantes de Damasco con los de Sevilla, diciendo que es similar. Puntualiza que la apariencia exterior del caserio no deja traslucir la riqueza de los interiores de sus casas. Cifra en cuatrocientas las mezquitas que les dijeron que habían en la ciudad, cada una con su fuente de abluciones, reiterando que solo pudieron verlas por fuera, ya que la entrada de un cristiano al interior estaba penada con la muerte. No cabe duda de que recorrerían el perímetro de la mezquita de los Omeyas, una de las más grandes y antiguas del mundo, en la que se conserva una reliquia de la cabeza de San Juan Bautista; o la Mezquita Tekkiye que debía estar deslumbrante, ya que había sido construida por Solimán el Magnífico entre 1554 y 1560.

Durante la estancia de Guerrero en Damasco asistieron a la única fiesta musulmana que el compositor cita durante todo su recorrido por los territorios del imperio Otomano, la cual describe del siguiente modo:

"Estos días que allí estuvimos era una pascua de los moros, que toda la ciudad estaba regozijada y duró tres días. Un día andando yo por una calle donde había mucha gente, andaba un genízaro turco a caballo corriendo por entre la gente, que era menester mucha destreza para no ser atropellado. Llevaba desnudo un alfanje y venía borracho y había dado a un moro una cuchillada que le abrió la cabeza. Yo me escondí entre los moros y pasó como un rayo. Escapeme deste por buena diligencia, porque no hay duda sino que gustara de dar otra tal cuchillada a un cristiano. Fuera desto anduvimos muy seguros por la ciudad, mirando los regozijos de su Pascua".

En paralelo, el compositor nos dice que las fiestas de Todos los Santos y del día de Difuntos (1 y 2 de noviembre) les cogieron en esta ciudad y que pudieron decir misa: "en el aposento del cónsul, estando de fuera en el patio, aguardando que acabásemos de decirla, moros, y judíos, y turcos que venían a negociar, sin perturbarnos, estando nosotros en este oficio encerrados". Hay que señalar que bajo el dominio otomano los cristianos y los judíos eran considerados dhimmis, término con el que se designa en el islam a los creyentes de religiones abrahámicas o monoteistas que viven en un país islámico, a los que se otorga el derecho a poder conservar su credo original.

La confluencia de las festividades islámica y cristianas citadas me ha permitido identificar que la Pascua a la que se refiere Guerrero era la tradicional Fiesta del Sacrificio musulmana, la cual se prolongaba durante tres jornadas y que se iniciaba el décimo día del mes de ḏū-l-ḥiǧǧa del calendario islámico, que en 1588 cayó el 31 de octubre.

El compositor solo cita durante la visita a Damasco dos lugares conectado con los relatos bíblicos. El primero, la casa de Ananías. Ananías de Damasco fue un discípulo de Jesús en esta ciudad, mencionado en los Hechos de los Apóstoles (22: 12), el cual está ligado a la historia de San Pablo, ya que fue enviado por Dios para curar su ceguera y bautizarlo tras haberse convertido. El segundo, el muro donde estaba la ventana por la que los cristianos bajaron a San Pablo para que pudiera escapar del rey Aretas IV que quería matarlo (II Corintios 11: 32-33; Hechos 9: 23-26), episodio que se situa en la antigua puerta de Bab Kisan. Ambos lugares se conservan hoy como capillas de San Ananías y de San Pablo (ver recursos). A estos dos lugares, Guerrero suma una piedra que había en una plaza, rodeada de una reja, en la que le dijeron que "de allí subió Sant Jorge cuando fue a matar a la sierpe", apuntando, como hace cuando no se cree lo que le dicen: "lo que vi y nos dijeron eso escribo".

Guerrero destaca la calidad de los artesanos que trabajan en la ciudad, en especial los tejedores de seda y señala, igualmente, que Damasco "no debe nada a cualquiera de las mejores del mundo" y que en ella conviven turcos, moros, judios mercaderes y "muchas naciones de cristianos", siendo gran parte de ellos transeuntes: "muy bien merece esta ciudad tener el nombre de cabeza de Siria, como es y siempre lo ha sido".

Resources

Damascus. Civitatis Orbis Terrarum. Georg Braun y Franz Hogenberg (1588)

Lake Hula and Jacob's Daughters Bridge

Saint Ananias house

Chapel of Saint Paul

<El viaje de Jesusalén. Francisco Guerrero (Sevilla, 1592), fols. 77v-84rr

El viaje de Jerusalén. Francisco Guerrero. From Betsaida to Damasco, twelfth stage (1588)