Paseo de convocatoria de justa literaria y fiestas a la Inmaculada Concepción (1616)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Palabras clave
proclamación de la fiesta , sonidos de animales , toque de señal o aviso de ministriles , justa literaria , bullicio en la calle , música en las calles y plazas , proyecto cofradías , cofradías con advocaciones de santos y santas , cofradías del clero secular y regular , cofradías cerradas , cofradías profesionales , cofradía de San Pedro , atabalero / timbalero , trompeta , ministriles
En 1616, la cofradía de San Pedro, constituida por sacerdotes y con sede en la iglesia de San Pedro, organizó “un novenario de fiestas que con grande solemnidad, gastos y larga mano” se dedicaba a la Inmaculada Concepción . Estos actos se insertan en la pléyade de eventos que tuvieron lugar en Sevilla, especialmente desde 1614, a raíz de la polémica que sobre la Inmaculada Concepción se vivía en la ciudad desde hacía algún tiempo. Sevilla se convirtió en uno de los grandes focos concepcionistas en España y el culto a la Inmaculada en un referente cotidiano para la ciudadanía que lo experimentaba tanto en el interior de sus templos como en el exterior, a través de las numerosas procesiones que recorrieron en esos años el entramado urbano. Esta polémica fue extraordinariamente fructífera desde el punto de vista literario, plástico y musical.
Para la celebración de las fiestas en la iglesia de San Pedro se nombraron varios comisarios, entre ellos el autor de la relación en la que se nos relatan sus detalles, Francisco de Luque Faxardo, rector del Colegio Seminario. Estos comisarios debían encargarse, como era habitual, de organizar todo lo referente a la ornamentación de la iglesia, la música, fuegos y la justa literaria que iba a celebrarse.
La fiesta y la justa literaria se publicaron “doce o trece días” antes de que estas diesen comienzo el 19 de junio: “habiendo convocado para su paseo atabales, trompetas de la ciudad y copia de ministriles”. Salieron el viernes, a la hora de Vísperas, desde la iglesia de San Pedro: “puestos en orden los atabales, a quien seguía el nuncio o muñidor de nuestra cofradía a caballo, con un repostero de terciopelo carmesí bordado de oro con las insignias de llaves y tiaras pontificales, dentro del cual iban gran cantidad de carteles que en diversos puestos y lugares habían de fijarse y repartirse... luego inmediatamente se seguían las trompetas de la ciudad, haciendo salva, tras ellos, algunos colegiales del colegio seminario. De aquí comenzaba el paseo de cuarenta sacerdotes venerables de nuestra cofradía, en mulas de dos en dos, interpolados con ellos algunos caballeros de capa y espada, con singular modestia y autoridad, al medio del paseo la copia de ministriles, que correspondían muy a compás y alegraban la ciudad, rematándose con tres de los dichos sacerdotes, mayordomo, secretario y consiliario de la cofradía, llevando el de en medio un guión de tela de plata con el rótulo de María concebida sin pecado original, de letras de oro, en asta también de plata... y en los dos rostros, de una y otra parte, fijados dos carteles de la justa literaria...”. La comitiva hizo una primera parada en la casa profesa de la Compañía de Jesús, “donde habiendo hecho salva la música referida”, entró el secretario de la cofradía a entregar el cartel del certamen literario al padre prepósito. De allí se fueron al colegio de San Hermenegildo, también de la Compañía de Jesús, entregando un cartel al padre rector y fijando otro en la puerta, ya que “de allí se esperaban muchos justadores”. “Fuese continuando el paseo en contorno de la ciudad, por las feriadas calles y plazas, hasta llegar a la de San Francisco”. Fijaron carteles en la Real Audiencia y en el Ayuntamiento y dieron otro al padre guardián del convento de San Francisco. Prosiguieron su camino hasta el colegio de San Miguel, dando un cartel a su catedrático y de aquí se dirigieron al colegio de Maese Rodrigo, sede de la universidad, entregando un cartel al rector y fijando otro en la puerta. De allí fueron al alcázar, donde también pusieron un cartel y, posteriormente, al palacio arzobispal. Entraron hasta el segundo patio donde fueron recibidos por el arzobispo, al que obsequiaron otro cartel. Finalmente: “fue discurriendo el paseo por diversas estaciones y conventos, dando certámenes a los superiores en la forma referida”.