Liturgy and Saturday devotion in honour of the Virgin of Buen Aire de Cáller (Cagliari) in the 16th century
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Abstract
The devotion to the Virgin of Buen Aire in Cáller (Cagliari) flourished during the 16th century. Saturdays, especially during Lent, saw the development of a particular ritual centred on the celebration of Mass, Compline, the Salve Regina and the singing of "gozos" in honour of this Marian image, patron saint of sailors, which became a major attraction for pilgrims from both inside and outside the island.
Keywords
memorial masses , pilgrimage , offering , the joys of Santa María del Buen Aire , feast of the Incarnation (= Annunciation) , feast of the Assumption of Our Lady , Saturday Mass of Our Lady , novena , salve , Cuaresma , Compline in Lent , sermon , procession , Conceptio tua (antiphon) , Order of Calced Mercedarians , Alfonso IV of Aragón (king) , Pedro IV of Aragón (king) , Berengario Cantul (Carced Mercedarian) , Antioco Bronco (Calced Mercedarian)
En 1295, el papa Bonifacio VIII, en el tratado de Anagni, adjudicaba Cerdeña a la Corona de Aragón que recaía sobre Jaime II. La posesión no se haría efectiva hasta 1323-1324, cuando el infante Alfonso (futuro Alfonso IV, el Benigno) tomó la isla. En la colina de Bonaira, lugar desde el que asediarían Cáller (Cagliari), fundaron una ciudadela, en la que se construyó una iglesia dedicada a la Trinidad y a la Virgen María, la cual se dotará generosamente, el 12 de abril de 1327, para que se pudiera proseguir con la actividad cultual. Los conflictos entre los habitantes de la villa de Buenaire y los de la ciudad de Cáller hicieron que el rey Jaime II la incorporara a esta última, de la que solo distaba “media milla, poco más o menos… quedando despoblada y asolada”. Un cambio en la dotación de la iglesia, efectuado por el rey Alfonso IV, el 11 de octubre de 1333, posibilitó el que pudiera continuar con su actividad parroquial. Dos años más tarde, el 6 de noviembre de 1335, se acordó que, fallecido su rector, Guillermo Jordán, la iglesia pasase a los mercedarios calzados para que estos fundasen allí un convento. Esta donación fue ratificada el 10 de julio de 1336 por el rey Pedro IV, el Ceremonioso, con el maestro Berengario Cantul, general de la Orden mercedaria, con la obligación de que allí residieran seis frailes sacerdotes: “y estos cada día y hagan particular oración a Dios y a la Virgen por la salud nuestra… y después de nuestra muerte hagan conmemoración especial (en aquellos días que se puede hacer por los difuntos) por nuestras almas y por las almas de nuestros padres y predecesores nuestros, reyes de Aragón de buena memoria”.
La iglesia de este convento está presidida por Nuestra Señora del Buen Aire, cuya legendaria llegada a la isla se remontaba al 25 de marzo de 1370, cuando una tormenta azotó al barco que trasportaba una imagen de Nuestra Señora de la Merced desde Italia a España. Los marineros se vieron obligados a arrojar la caja que la contenía al mar, junto al resto de la carga, la cual fue aplacando el temporal a su paso, guiándolos hasta la costa, al pie de la colina de Buen Aire, de donde no pudo ser levantada hasta la llegada de dos mercedarios a los que habían avisado al ver que la caja estaba sellada con el escudo de la Merced, venerándose desde ese momento con la advocación de la Virgen del Buen Aire. La mención más antigua a esta leyenda la encontramos en la obra de Felipe Guimerán, Breve historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced de Redempcion de cautivos christianos y de algunos santos (Valencia, herederos de Juan Navarro, 1591, pp. 61-65).
El estudio histórico artístico de esta imagen ha permitido datarla en el último cuarto del siglo XV, siendo todavía controvertida su primera filiación al taller de los escultores Pietro e Giovanni Alamanno. A finales del siglo XVI, se presentaba en su altar con “ropas de seda de que la visten ahora cada día”, según narra fray Antioco Brondo, teólogo, predicador de la orden de la Merced calzada y prior del convento de Nuestra Señora del Buen Aire del Cállar, en su hagiográfica obra Historia y milagros de Nuestra Señora de Buenayre de la ciudad de Callar de la isla de Cerdeña (Cállar: Giovanni Maria Glacerino, 1595). Esta imagen mariana, patrona de los marinos, a la que se atribuyen innumerables milagros, ha sido y es el icono de devoción más importante en toda la isla y, desde la Edad Moderna, la iglesia que la alberga se convirtió en un centro de peregrinación con proyección internacional.
El testimonio más antiguo del culto a la Virgen de Buen Aire se remonta a 1418, año en el que la tripulación de un barco que hacía la ruta Palermo-Cáller-Barcelona hizo escala en el santuario para depositar una vela encendida a los pies de su imagen. La Virgen del Buen Aire aparece en un códice datado en la década de 1470 que recoge el texto de las Sante Parole, una oración, en forma de cantilena, que era entonada por los marineros en situaciones de peligro. La fama del santuario se incrementó de forma notable a lo largo del siglo XVI, cuando comenzó a recibir cada vez más peregrinos y donaciones de exvotos y tablillas en las que se ilustraban los milagros acaecidos en el mar. Al convento se llegaba, a finales del siglo XVI, por dos vías: “uno es el camino de los carros y caballos, el otro es el camino común, por donde viene toda la gente al dicho monasterio y iglesia de Buen Aire y en cada uno hay sus cruces. Y este camino común por el cual viene toda la gente sube por una alda del monte, encima de las cuevas, donde hay una grandísima escalera con sus gradas en medio deste monte” (ver recurso). La plaza delante de la iglesia estaba llena de sepulturas “las cuales son del tiempo antiguo, cuando esta iglesia era parroquia…”.
La iglesia era de una sola nave. Sobre la puerta principal estaba ubicado el coro, de donde colgaban los exvotos, mientras que las tablillas o retablillos, ya citados, se distribuían por las paredes de la iglesia. En alto había cuatro vigas, dos a cada lado de la iglesia, en las que se colocaban los cirios votivos. Los de mayor tamaño se disponían a lo pies de la Virgen del Buen Aire que estaba en la capilla mayor. Colgaban delante de la imagen mariana veinticinco lámparas de plata, donadas por algunas “personas muy nobles e ilustres por particulares milagros que esta Virgen les ha obrado”. No estaban encendidas, ya que sus donantes no habían dejado las rentas para el aceite necesario, porque en la isla había “gran penuria” de este preciado bien. Junto a las lámparas colgaban más de cuarenta huevos de avestruz, también ofrendados por devotos. Junto al retablo en el que estaba la Virgen, a cada lado de la capilla, había una vara de hierro de la que colgaban “infinidad de rosarios y cuentas de treinta mil maneras”, algunos de gran valor. Ocupando el resto de la iglesia otros exvotos de todo tipo. Entre los ornamentos más preciados ofrecidos a la Virgen se citan tres que procedían del saco de Roma, uno de ellos: “una cenefa riquísima de brocado, grande que sirve de escapulario para Nuestra Señora los días de grande fiesta como son las Pascuas y gozos de Nuestra Señora, la cual esta broslada a tres cuadros con sus imágenes…”.
En la citada publicación, el padre Brondo nos proporciona una interesante información sobre la notable actividad cultual a esta imagen mariana en su santuario mercedario. Las principales festividades del ciclo anual que se celebraban en su honor eran la de la Anunciación (25 de marzo, que coincidía con la conmemoración de su rescate) y la de la Asunción de la Virgen (15 de agosto), pero en este artículo me centraré en los cultos que se organizaban los sábados de todo el año, día de la semana especialmente mariano, que alcanzaban especial solemnidad durante el periodo cuaresmal, los cuales atraían a multitud de ciudadanos no solo de Caller, sino del resto de la isla y de fuera de ella:
“Los sábados vienen de la dicha ciudad mucha gente devota desta Virgen, así mujeres como hombres, unos hacen decir misas a la Virgen, otros sus gozos, otros hacen novenas a esta Santísima Señora por alcanzar gracias y mercedes della, y no hay sábado del año que no acudan a visitar esta iglesia por la mañana a misa o por la tarde a la salve de la Virgen que todos los sábados se dice con mucha solemnidad… y en los sábados hacen decir continuamente misas de Nuestra Señora en el altar de la Virgen en todo el discurso de sus vidas, y después, en la última hora de sus días, dejan en sus testamentos renta para cargarse y hacer censo al convento desta Virgen de Buen Aire para que todos los sábados y festividades de Nuestra Señora perpetuamente se digan aquellas misas de Nuestra Señora en el altar de la Virgen”.
De las dotaciones pías más destacadas me ocuparé en otro artículo.
Como he señalado, los sábados de la Cuaresma, desde el de la Quincuagésima (domingo anterior al Miércoles de Ceniza) al Sábado Santo, se constituían en polos de especial atracción devocional por parte de la población sarda a la Virgen del Buen Aire. Según el padre Brondo:
“Es esta devoción tan notoria, santa y antiquísima que es cosas de ver la grande multitud de hombres, mujeres, damas, caballeros, barones, señores principales, canónigos, clérigos, frailes de otras órdenes, viejos, mozos, viudas, doncellas desta ciudad que en los dichos sábados de la Cuaresma acuden a visitar esta santa casa de la Virgen de Buen Aire, todos con tanta devoción y mueven los corazones de los que los ven y estos son tantos que apenas se tienen por contentos los que en esta ciudad, los dichos sábados, no vienen a visitar esta santa iglesia desta Virgen de Buen Aire y en ella hacen sus devociones y oraciones y hacen decir los gozos desta Virgen en su santo altar y oyen completas que en todos los dichos sábados se dicen en esta santa casa con mucha devoción y solemnidad y con muy suave música y después se les predica, y en el sermón se les acostumbra a decir algunas alabanzas de la Virgen… se dice la salve de nuestra Señora con mucha solemnidad, saliendo todos los frailes en procesión delante de la santísima imagen de la Virgen, todos con velas encendidas en las manos y muchas mujeres también están con velas encendidas en las manos oyendo la salve. Se suben los frailes al altar desta santísima Señora que es el altar mayor, cantando la antífona de la limpia Concepción de la Virgen que dice así: Conceptio tua, Dei genitrix Virgo, gaudium annunciavit universo mundo, etc. Y acabada la oración de la Inmaculada Concepción, se dicen los gozos de la Santísima Virgen, estando todos los frailes arrodillados delante de la santísima imagen de la Virgen de Buen Aire, todos con lumbres en las manos y arguye todo esto a tanta devoción que a veces los ojos que lo ven no pueden dejar de hacer sentimiento y los corazones de los que se hallan presentes no pueden dejar de recibir grandísimo contento y gozo espiritual”.
Como vemos, el padre Brondo enfatiza la componente sensorial y emocional de la ceremonia, además de relatar la infinidad de milagros que la Virgen había obrado en respuesta a la devoción y oraciones de los fieles que acudían estos días. Igualmente, da prolija cuenta de las numerosas indulgencias que distintos papas habían concedido a aquellos que visitaran esta imagen mariana en los sábados de Cuaresma y de los milagros obrados por ella a lo largo de su historia.
Al final del libro del padre Brondo, se incorpora el texto completo de “Los gozos que se cantan todos los sábados después de la salve y todos los días del año delante de la santísima imagen de Nuestra Señora de Buen Aire” (ver recurso). Como era habitual en este tipo de litúrgica popular, la comunidad solía aprender los gozos de memoria para poder integrarse cantándolos en los actos de devoción colectiva.
La veneración a la Virgen del Buen Aire viajó a través de los canales mercedarios a distintos lugares de las coronas españolas, pero también gracias a los marineros que la acogieron como su patrona. Entre las ciudades donde su presencia fue más destacada se encuentra Sevilla. La Virgen de los Navegantes o del Buen Aire, de Alejo Fernández (c. 1535), que en origen presidía el altar de la capilla de la Casa de la Contratación, y la imagen de devoción de la cofradía de Nuestra Señora del Buen Aire, que tenía su capilla en Triana, a mediados del siglo XVI, dan buena cuenta de ello. Esta cofradía fue el germen de la Universidad de los Mareantes, cuya iglesia, dedicada a Nuestra Señora del Buen Aire, estaba presidida por una imagen de Juan de Oviedo tallada a principios del siglo XVII para la sede de Triana. Véase: https://www.historicalsoundscapes.com/evento/668/sevilla. En 1535, partió de Sevilla la expedición de Pedro de Mendoza que, a principios de febrero de 1536, fundaría el “Real Asentamiento Santa María del Buen Aire” en la desembocadura del Río de la Plata, semilla de esta devoción en el Nuevo Mundo que no parece que prosperara en la ciudad hasta finales del siglo XIX. “Refundada” la ciudad en 1580 por Juan de Garay, se eligió como patrón a San Martín de Tours y la protección de otras advocaciones marianas. Véase: https://www.historicalsoundscapes.com/evento/998/buenos-aires.