Juegos de toros y cañas en Potosí (1622)

Ruiz Jiménez, Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
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Resumen

Los españoles exportaron a sus colonias de ultramar todos los rituales festivos de la celebración barroca que tenían lugar en la metrópoli, los cuales se sincretizan con elementos autóctonos dotándolos de una identidad propia y característica en cada una de ellas. En este evento daremos cuenta de las particularidades que los juegos de toros y cañas tenían en la ciudad de Potosí (Bolivia) a principios del siglo XVII.

Palabras clave

fiestas de toros , juegos de cañas , música en las calles y plazas , sonido de animales , bullicio en la calle , salva de mosquetes , atabalero / timbalero , clarinero , trompetas , flauta de pan , ciudadanos


Los españoles exportaron a sus colonias de ultramar todos los rituales festivos de la celebración barroca que tenían lugar en la metrópoli, los cuales se sincretizan con elementos autóctonos dotándolos de una identidad propia y característica en cada una de ellas. En este evento daremos cuenta de las particularidades que los juegos de toros y cañas tenían en la ciudad de Potosí (Bolivia) a principios del siglo XVII.

Tras las anual celebración de la festividad y novenario de la Inmaculada Concepción, el día 15 de diciembre de 1623, se dispusieron en la plaza del Regocijo “muchos tablados y andamios” y se trajeron cincuenta toros bravos de los que se criaban en la provincia de Tucumán. Los festejos taurinos comenzaron el lunes 18 de diciembre y se prolongaron durante cinco días, iniciándose siempre alrededor de las 15 horas. Me centraré en los juegos de cañas del miércoles 20 de diciembre, ya que son los que se describen con mayor detalle y los que nos proporcionan una información más completa sobre los distintos componentes sensoriales del espectáculo. Como es habitual, destacan la riqueza del vestuario de los jinetes que portan lanzas y adargas profusamente decoradas y del adorno de los caballos, repartidos en dos numerosas cuadrillas.

Antes de que empezara el espectáculo, más de cincuenta indios, ataviados con sus vestimentas tradicionales más lujosas, repartieron entre los asistentes al mismo una rica colación, cortesía de los propietarios de las minas del cerro del Potosí. Poco después, el cronista Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela nos revela los primeros elementos acústicos de interés:

“Pasada esta dulce ceremonia [la de reparto de la colación], se oyó ruido de cajas por la calle del Contraste (actual calle Tarija), y mirando todos aquella parte vieron entrar 12 negros atabaleros en mulas buenas, todos vestidos de raso verde y encarnado; las cubiertas de las mulas o gualdrapas eran de tela de nácar, los atabales cubiertos con brocados azules y con muchas cadenas de perlas en los bordes. Tras ellos venían 100 arcabuceros... luego entraron en caballos bien aderezados 12 clarineros y trompeteros, todos vestidos de fina escarlata guarnecidos con puntas de plata”.

Esta comitiva era la que introducía la llegada del contador Alonso Martínez Pastrana que se encontraba al frente de la primera cuadrilla constituida por diez castellanos, diez portugueses, diez extremeños y diez andaluces. A modo de introducción: “jugaron alcancías y después hicieron un diestro caracol”. Correr o jugar alcancías consistía en lanzarse alcancías (bolas huecas de barro) unos a otros y detenerlas con los escudos, en los que se rompían, con el consiguiente impacto sónico. El caracol consistía en que el jinete hacía dar vueltas al caballo reduciendo cada vez más el círculo hasta acabar en el centro. Mientras tanto, los arcabuceros, dispuesto de tres en tres, no cesaron de disparar sus armas, cuyo impacto sonoro no parece que afectara a los animales durante la ejecución de los complicados ejercicios ecuestres, de lo que se deduce un entrenamiento previo bajo condiciones similares.

Poco después, por la calle de los Mercaderes (actual calle Linares), se escuchó “un gran ruido” que preludiaba la entrada de la segunda cuadrilla. Esta fue anunciada por un jinete que personificaba la Fama, con corona de oro y alas de vistosas plumas, que tras dar una vuelta a la plaza salió de la misma sin detenerse. A continuación, “se oyó mucho ruido de tiros de pólvora” que cesaron con la entrada en la plaza de unos doscientos indios:

“entraron, pues, con varios instrumentos como de trompetas, cañahuecas y calabazos, todos plateados y encintados, que son los mismos instrumentos con que entran cuando vienen de sus provincias, que si no es muy agradable el sonido de ellos a lo menos no es enfadoso. Traían también unos cañoncitos de plata alternativamente puestos a manera de órgano (que llaman los indios ayarichis) que hacen una suave armonía”.

Este último instrumento es una flauta de pan, característico hoy en la cultura yampara cuyas formas musicales y coreográficas pujllay y ayarichi fueron inscritas en 2014 en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Los festejos en Potosí presentan numerosos ejemplos de lo que conocemos como comunidades acústicas que reflejan el desarrollo del crisol cultural que ha generado la actual sociedad multiétnica que puebla la región. Como hemos visto, Arzáns de Orsúa y Vela nos proporciona una interesante apreciación personal sobre el sonido de estos instrumentos.

Tras entrar en la plaza, dieron la vuelta y se dispusieron formando una media luna. De nuevo, “un gran estruendo de pólvora”, precedió la entrada del Pedro de Andrade, capitán de la cuadrilla criolla, al que seguía una gran estructura de plata que representaba el Cerro de Potosí, culminado por una imagen de la Purísima Concepción, igualmente de plata y en el que iban colocados distintos enigmas, letras y cifras que se colocó en el centro de la plaza. En uno de sus lados, se había dispuesto un artilugio que representaba un manantial conocido como Flamencos, el cual vertía “aguas olorosas” y mediante un surtidor las lanzaba esparciendo por el aire una fragancia que llenaba toda la plaza y al que acudían muchos vecinos “a mojar sus vestidos y lienzos para alegrar el olfato”.

A continuación, venía el resto de la cuadrilla, formada por cuarenta “mancebos indios” que traían cuarenta caballos ricamente enjaezados. Los de la primera cuadrilla empezaron a escaramuzar los unos con los otros, con las lanzas, mientras que los arcabuceros disparaban salvas. Esta fue la señal para que, del interior de la estructura del Cerro del Potosí, salieran cuarenta mineros que subieron a los caballos y con las lanzas pelearon con la cuadrilla contraria. Finalizada esta escaramuza, dejaron las lanzas y tomaron las cañas, comenzando el juego que causó gran regocijo entre los asistentes. Finalizado el juego de cañas, entre las dos cuadrillas hicieron un caracol, tras lo cual fueron los de la primera cuadrilla por parejas a la carrera, y los de la segunda se metieron en las minas del cerro dispuesto en el centro de la plaza. Escondidos, se escuchó procedente del interior “un gran ruido de golpes y tiros de pólvora que parecía labraban las minas y dando la vuelta a la plaza se salieron”.

Como en el resto de su crónica, Arzáns de Orsúa y Vela nos proporciona una colorista y rica descripción en la que no se olvida de transmitirnos numerosos detalles del impacto sensorial de esta versión potosina del juego de cañas.

Recursos

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (detalle tambor). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Entrada del virrey arzobispo Morzillo en Potosí (detalle trompeta y tambor). Melchor Pérez de Holguín (1716)

Flauta de pan y tambor. Cultura yampara (Bolivia). Fotografía de Rosalía Martínez

Enlace externo

Pujillay y Ayarichi. Músicas y danzas de la cultura Yampara