Huellas epigráficas de la liturgia procesional en la abadía de Las Huelgas de Burgos
Carrero Santamaría,
Eduardo
Universitat Autònoma de Barcelona
0000-0002-4040-1525
Resumen
Un conjunto epigráfico situado en los dos pasajes que enlazan el claustro de San Fernando con la zona conocida como las Claustrillas, en el monasterio de Las Huelgas de Burgos, es el testimonio de su liturgia procesional de raíz funeraria.
Palabras clave
procesión , Ad te levavi animam meam (salmo 24) , Voce mea ad Dominum clamavi (salmo 141) , De profundis clamavi ad te Domine (salmo 129) , Visita, quaesumus, Domine, habitationem istam (oración) , salve , monjas , Orden del Císter
En los monasterios benedictinos, desde época altomedieval, se consolidó la costumbre de ubicar capillas secundarias en torno a la sala capitular, a menudo asociadas al culto mariano. El Císter heredó y reformuló esta tradición. En numerosos monasterios cistercienses europeos se preservan o documentan capillas vinculadas al claustro oriental, situadas en las inmediaciones de la sala capitular. No obstante, en ocasiones estos espacios se expandieron hacia claustros secundarios relacionados con la enfermería, prolongando la topografía procesional más allá del claustro mayor.
En el caso de Las Huelgas de Burgos (véase recurso), esta tradición se materializó en la capilla de la Asunción [3], espacio integrado en las denominadas Claustrillas [1], un claustro secundario fechable a finales del siglo XII que articulaba la zona de la enfermería con el palacio abacial. La organización de este espacio permitía no sólo prolongar los recorridos litúrgicos más allá del claustro principal, sino también reforzar el carácter funerario de la topografía monástica.
La comunicación de este claustro posterior con el conjunto principal se realizaba mediante la documentada carrera de Santiago [7], un paso abovedado que partía del extremo sur de la panda oriental del claustro de San Fernando [2] (obra algo posterior, de pleno siglo XIII), y que también conducía a la capilla de Santiago [4], un singular edificio funerario exento. Junto a la carrera de Santiago y siguiendo la topografía tradicional cisterciense, se encontraba el locutorio [5], sala gemela destinada a la distribución del trabajo comunitario y a la comunicación con el exterior. Ambos espacios, tanto la carrera como el locutorio, comparten características arquitectónicas comunes: planta semejante, abiertos al exterior del conjunto, techumbre abovedada, un plafón de yesería cubriendo la zona central de la bóveda y un friso epigráfico que recorre sus muros. Este último revela su función litúrgica, pues convierte a estas salas de paso en estaciones dentro de la geografía procesional del monasterio. La duplicidad de ambas dependencias en tanto que pasajes ha llamado la atención de la historiografía, pero no debe considerarse una anomalía. En otros monasterios cistercienses se constata la existencia de dos estancias abiertas al exterior que cumplían funciones paralelas de comunicación y distribución en el conjunto. En Las Huelgas, esta duplicidad adquirió, sin embargo, un valor singular gracias al programa epigráfico y ornamental que recubría ambos espacios, transformándolos en auténticos escenarios procesionales.
Centrándonos en los epígrafes, el locutorio se conserva un ciclo penitencial que combina extractos de los salmos 24 y 141. El primero comienza con la célebre invocación:
[Crux] Ad te levavi animam meam. Deus meus, in Te confido, non erubescam neque irrideant me inimici mei; etenim universi qui Te expectant non confundentur. Vias tuas, Domine, demonstra michi et semitas tuas edoce me. (Sal 24, 1-4)
Utilizado como introito del primer domingo de Adviento, se halla estrechamente vinculado al culto a la Virgen, a la espera de la Encarnación. Su ubicación en el locutorio no es casual, pues inscribe en el muro la voz penitente de la comunidad que se dirige a Dios con confianza, evocando al mismo tiempo la dimensión mariana del espacio.
El segundo texto procede del salmo 141 y enfatiza el carácter funerario del ámbito:
Libera me, Domine, a persequentibus me quia confortati sunt super me. Educ de custodia animam meam ad confitendum nomini tuo. Me expectant iusti donec retribuas michi. Era MCCC XIII annos. (Sal 141, 6-7)
Este fragmento, frecuente en la liturgia de visita a enfermos, alude a la liberación del alma y a la esperanza de resurrección. La mención explícita a la era hispánica de 1313 (1275 d.C.) fija cronológicamente el programa epigráfico y lo vincula con un momento clave en la consolidación del conjunto arquitectónico.
La combinación de ambos salmos convierte al locutorio en una sala de fuerte carga penitencial y escatológica, hasta el punto de recordar a las salas De Profundis, destinadas a la oración por las difuntas. Aunque no se cite el Salmo 129 (De profundis clamavi ad te, Domine), que da nombre a estas salas, la proximidad temática y litúrgica refuerza esta interpretación.
Respecto a la carrera de Santiago, aunque su función primaria era articular el tránsito entre el claustro mayor y el secundario, así como acceder al ámbito ceremonial de la capilla del Apóstol, la riqueza de su decoración y de sus inscripciones demuestra que estamos ante un ámbito cargado de significado litúrgico y devocional. Su programa epigráfico se centra en la antífona mariana de la Salve Regina, que convierte al paso en un espacio de clara resonancia litúrgica y procesional. El texto, que se extendía por el friso (hoy parcialmente perdido), reza en sus fragmentos conservados:
Visita, quaesumus, Domine, habitationem istam, et omnes insidias inimici ab ea longe repelle. Angeli tui… Ad te clamamus exules filii Eva, ad te suspiramus gementes et flentes in hac lacrimarum valle. Eia ergo advocata nostra…
La Salve se cantaba al final de Completas y en muchos monasterios se recitaba también en procesiones marianas. De este modo, el paso no era únicamente un corredor arquitectónico, sino un auténtico umbral sacralizado. En él, la comunidad pasaba de un claustro a otro bajo la protección mariana, reforzando la continuidad espiritual entre ambos espacios que, además, simbolizaban dos estados de la comunidad: la vida común en el claustro de San Fernando y la enfermería y su vecino cementerio en las Claustrillas. Este carácter liminar se potencia con la inscripción inicial de la oración: Visita, quaesumus, Domine, habitationem istam…, una petición explícita de protección divina sobre el espacio monástico y la esperanza de intercesión de María como abogada.
En ambos espacios —locutorio y paso a la carrera de Santiago—, la zona central de la bóveda fue cubierta con plafón de ataurique, estrellas y castillos, bordeado por una banda con una inscripción cúfica en la que se repiten las frases: “al-mulk li’llāh” y “al-shukr li’llāh”, es decir, el reino pertenece a Dios y la gracia es de Dios. Pero no son el único punto del conjunto donde se recogen epígrafes árabes, que aquí nos interesan por su potencial relación con las inscripciones litúrgicas latinas. Recientemente, Razan Francis ha transcrito y publicado los epígrafes en árabe que se hayan en las yeserías dispuestas sobre las bóvedas del claustro de San Fernando. Una de las bóvedas presenta una composición de medallones con pavos reales. Cada medallón está rodeado por un epígrafe de escritura cursiva (naskh) con el plegarias: “al-yumnwa’l-iqbāl” (prosperidad y buena fortuna). Mientras, los bordes externos de la de la bóveda presentan inscripciones cúficas con los ruegos: “al-baraka min Allāh wa’l-yumn li’llāh” (bendición de Dios y prosperidad para Dios) y “al-naṣr li’llāh al-ḥamd li’llāh” (la victoria pertenece a Dios, la alabanza pertenece a Dios). Mientras, en la capilla de Santiago un friso de estuco previo al arrocabe de su cubierta de madera consta de una suerte de tabicas de yeso representando en alternancia castillos y estrellas de ocho puntas. Dos bandas más estrechas actúan como faja recogiendo en cursiva el poema: “yā thiqatī yā amalī, anta al-rajā anta al-walī, ikhtum bi-khayri al-ʿamalī [sic]” (Mi confianza, mi esperanza, tú eres la aspiración, tú eres el benefactor, que mis buenas acciones prevalezcan al final).
Llama la atención que los cortos epígrafes de las bóvedas del claustro, el locutorio y el paso de la carrera de Santiago también aparezcan en la epigrafía funeraria andalusí, insistiendo en su función como plegarias, que se repiten en algunos tejidos de origen musulmán utilizados en el ajuar sepulcral de la aristocracia castellana. Los rituales funerarios andalusíes seguían dos tratados malikíes que subrayaban la importancia de la “adʿiya” —súplicas o ruegos, entre los que se encuentran los epígrafes de Las Huelgas— como elemento central de la oración por los difuntos. Por su parte el poema de la capilla de Santiago se hace eco del resto de las inscripciones, implorando la ayuda de Dios en el final de la vida. Por lo tanto, las inscripciones en árabe también aluden a la liturgia fúnebre a través de textos alusivos a la inmortalidad, la resurrección y el paraíso. Todo el conjunto epigráfico de Las Huelgas insiste en una esperanza escatológica compartida, donde el orden arquitectónico del monasterio, la liturgia cristiana, las inscripciones en latín y árabe convergen en un mismo horizonte de salvación.
Como indica Francis, el conjunto epigráfico latino y árabe en las yeserías de Las Huelgas no es solo el resultado de una cultura visual compartida durante siglos por las comunidades cristiana y musulmana de la Península, sino que es “un monumento a la complejidad de la interacción entre religiones”. En este caso, el ceremonial funerario por los fundadores y la casa de Castilla y por las propias monjas se entrelaza en el ceremonial propio de los cistercienses y en su regulado espacio arquitectónico.
El análisis de las zonas de conexión entre los dos claustros de Las Huelgas, así como los espacios que articulan —locutorio, carrera de Santiago y capilla de Santiago—, revela que no estamos únicamente ante un conjunto arquitectónico de tránsito y servicio, sino también ante un escenario litúrgico y musical. El Códice de Las Huelgas (E-BUlh 11), revela que la comunidad disponía de un repertorio riquísimo de antífonas marianas, entre ellas diferentes “salves”. Estas piezas no solo acompañaban la liturgia de Completas, sino que podían cantarse en las procesiones que atravesaban el claustro mayor y el claustro de la enfermería. Las inscripciones que las acompañan deben ser entendidas no tanto como método mnemotécnico —leerlas es complejo— si no como eco visual de las melodías. La repetición en las yeserías de las fórmulas árabes —“al-mulk li-llāh”, “al-shukr li-llāh”— encontraba su correlato en las letanías cristianas, donde la reiteración constituía un modo de oración comunitaria. En este sentido, las inscripciones funcionaban casi como un jalón visual, impreso en los muros, que acompañaba el canto interpretado por las monjas. Las Huelgas, en consecuencia, nos ofrece un ejemplo excepcional de cómo la arquitectura, la epigrafía y la música podían articularse en un mismo discurso. Los epígrafes latinos proporcionaban la base litúrgica y penitencial; los árabes, resignificados en clave cristiana, reforzaban la dimensión escatológica y funeraria.