Autos sacramentales en el Coliseo de Sevilla (1619)
Ruiz Jiménez,
Juan
Real Academia de Bellas Artes de Granada
0000-0001-8347-0988
Resumen
En uno de los carros de la procesión del Corpus Christi de 1619 (30 mayo), la compañía de Cristóbal Ortiz Villazán representó el auto sacramental El príncipe de la paz de Antonio Mira de Amescua (atribuido también a Lope de Vega).
Palabras clave
fiesta del Corpus Christi , autos sacramentales , carros de representación , representación teatral , Cristóbal Ortiz Villazán (autor de comedias) , Antonio Mira de Amescua (escritor) , Juan Núñez ( actor y bailarín en el teatro) , Mariana Jacinta (músico de teatro) , Bartolomé de Navarrete (músico de teatro) , Acacio de Villanueva (músico de teatro) , Luis de Góngora (escritor) , Esteban Daza (compositor, vihuelista) , José de Valdivieso (escritor)
En la procesión del Corpus Christi de 1619 (30 mayo), además de las compañías de Juan Acacio y Diego Vallejo, representó, en uno de los carros, la compañía de Cristóbal Ortiz Villazán que había llegado a Sevilla procedente de Madrid. La obra fue el auto sacramental El príncipe de la paz de Antonio Mira de Amescua (se ha atribuido también a Lope de Vega). Para este auto se mando hacer la siguiente tramoya:
“En una de las cajas [del carro] el chapitel a cuatro aguas, y en cada uno de los dichos cuatro lados ha de pintar sus hojas con mucho arte y primor, y ha de acomodar estos cuatro testeros de manera que con facilidad se levanten a un tiempo, como se suele hacer una nube; y debajo lo dicho ha de haber un jardín muy hermoso y en todo alrededor del jardín ha de haber un enrejado de flores de muchas colores que tenga de alto media vara, y enmedio ha de haber una pila grande, y al medio ha de haber una cruz grande y de color verde, y ha de ser güeca, y de ella han de salir cinco caños de agua que den en la dicha pila o fuente; y al pie de la fuente ha de haber un asiento donde esté sentado el Príncipe; y las dichas cuatro hojas que ya están dichas que se han de levantar han de estar llenas de muchas flores. Y del mismo jardin han de bajar a el abrirse las hojas una escala muy bien pintada de colores del cielo. Ha de hacerse un pescante que baje a el suelo para que se suba en él y ha de estar acomodado en una esquina, que lo tapen las hojas de arriba. Iten, que el otro medio carro ha de acomodar de medio arriba una tramoya que se vuelva alrededor y de suerte que a la vista primera ha de parecer un hermoso palacio con su ventanaje y corredores y a su tiempo se ha de volver y parecer una cabaña con su puerta, de manera que quepa un hombre echado, y el fundamento de la cabaña ha de ser de lienzo y adornado de oliva, ciprés y palmas, acomodado en lienzo como peñasco. Y abajo, en la caja, entre las dos puertas, ha de haber una tramoya donde se ha de poner de pies el príncipe y volver y en la otra parte ha de parecer un altar muy bien aderezado, con sus candeleros de plata y sus velas encendidas y en medio una forma del Santísimo Sacramento debajo de un velo blanco”.
El carro, como era habitual, iba pintado:
“En el de la cabaña, en una parte pintará un príncipe como cazador y el custodio con él. Y juntamente una dama muy bizarra, con sus criados y doncellas. Al otro lado ha de haber un pastor en una cabaña, durmiendo en lo alto. Y abajo un príncipe vestido de negro, muy bizarro, y el Engaño con él, como que llaman al pastor. Al otro lado han de pintar dos príncipes de una misma manera y una villana enmedio como admirada de los dos. Item, en el otro medio carro, en una parte ha de haber el Príncipe de la Luz, de negro el rostro y muchas estrellas y una grande en la frente, y en la cabeza una de león, y el Engaño con él. Y en la otra parte la mesma figura del Príncipe de la Luz y el Engaño, y unos pastores echándolos con hondas. Item, ha de hacer una cabeza de león dorada que venga el pescuezo de ella a una cabeza de hombre como tocado y una media máscara de negro, con su orejas que llegue hasta la boca. Lo hasta aquí dicho ha de ser para el carro del Príncipe de la Paz y el lucero de la noche”.
Estos autos, pasada la festividad del Corpus, eran reprensentados en los corrales de comedias sevillanos. En este caso, la compañía de Ortiz había sido contratada por Francisco de Rivera, a cuyo cargo estaba el arrendamiento del Coliseo, por lo que sería en él donde este auto se representaría. En la compañía de Ortiz había los siguientes músicos y bailarines:
- Juan Núñez, bailarín.
- Mariana Jacinta, viuda, vecina de Madrid.
- Bartolomé de Navarrete, vecino de Granada.
- Acacio de Villanueva, vecino de Toledo.
En la primera acotación del auto de Mira de Amescua se indica que los músicos salen vestidos “de galanes” y en esta primera escena cantarán “Ya no verán más mis ojos” (verso 111). Más adelante (verso 649), cantarán “La palabra del Padre” y después (verso 1105) “Pajarillos suaves”. El auto se cierra con una escena musical (verso 1219) en la que los músicos cantan junto con Celia, uno de los personajes principales de la obra, “Alma mía, quieres, di”. La primera estrofa de esta última canción procede de una de las letrillas de Luis de Góngora que se encuentra con la misma formulación en el Mss/2892 (fol. 124r) de la Biblioteca Nacional, salvo la omisión de la palabra Dios en el verso seis. En el manuscrito RES/45 V.2 de esta misma institucion, esta letrilla está en el grupo titulado “En la fiesta del Santísimo Sacramento” y el íncipit es “Alma niña, quieres di” y sí recoge la palabra Dios en el verso seis.
La canción “Ya nunca verán mis ojos” debía ser muy popular y ya antigua, atendiendo a las numerosas referencias que se conocen a su estribillo, entre ellas el “Villancico al encerrar el Santísimo Sacramento” de José de Valdivieso, publicado en la Primera parte del Romancero Espiritual, en gracia de los esclavos del Santísimo Sacramento, para cantar cuando se muestra descubierto (Toledo, Viuda de Pedro Rodríguez, 1612, p. 33). Existen versiones musicales de este estribillo en El Parnaso de Estaban Daza (Valladolid, Diego Fernández de Córdoba, 1576, fol. 95v) y en el inventario de la librería de música del rey João IV (caixão 29, numero 726) donde se cita un “Villancicos do Sacramento” de Gabriel Diaz Besón (perdido) con este íncipit.
La canción “Pajarillos suaves” alcanzó una gran popularidad como pone de manifiesto su presencia, con pequeñas variantes textuales, en dos fuentes musicales relevantes para la música española del siglo XVII: el Cancionero de la Sablonara (n.º 65) y el Libro segundo de tonos y villancicos de Juan Arañés, pp. 20-21 (Roma: Giovanni Battista Robletti, 1624). En el primero se trata de la folia a 3 voces de Álvaro de los Ríos que mantiene el mismo íncipit “Pajarillos suaves”; en el segundo, “Avecillas suaves”, también a 3 voces, calificada como “Villanella espannola”, Arañes establece un contraste entre el estribillo, unas seguidillas en ritmo ternario, con las coplas que escribe en ritmo binario. Agradezco a Sebastián Mariño León el que me haya puesto en la pista de esta última fuente en la revisión de este artículo.
Mira de Amescua Álvaro de los Ríos Juan Arañés
Pajarillos suaves, Pajarillos suaves, Avecillas suaves,
alzad las voces templad las voces, templad las voces,
que parecen penas que parecen celos que parecen de celos
y son amores y son amores y son de amores